El archipiélago de Canarias jugó un papel destacado, crucial, para las 4 expediciones del genovés Cristóbal Colón (n. 1451?-m.1506), rumbo a Las Indias al servicio de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla, y Fernando II de Aragón. Colón había buscado, aunque sin éxito, financiación para su empresa aventurera acudiendo a las cortes portuguesas y francesas. Determinante fue el apoyo de los hermanos Pinzón, y el apoyo incondicional de la reina Isabel I de Castilla que convenció a su esposo Fernando II de Aragón. Quedando reflejado en los documentos llamados Capitulaciones de Santa Fe, firmado por los reyes el 4 de abril de 1492, y cuales comprometieron a los Reyes a concederle el título de Virrey y gobernador de las tierras por descubrir así como un diezmo de las riquezas de envío al reino de España, además de que el título sería de carácter sucesorio hereditario.
Vital fue para el éxito de su empresa recalar en Canarias. El almirante Colón parece que conocía bien los Alisios, vientos que sirvieron de empuje para cruzar los mares de un continente al otro, y de los contralisios para su regreso, vientos que iban en dirección opuesta a unas latitudes mayores, provenientes de América del Norte.
Desde Canarias se llevaron las primeras semillas de caña de azúcar, plataneras, y ganado como el cerdo, cabras, ovejas, etc., así como animales domésticos como el perro y el caballo, que pronto se extenderían por las Antillas y Las Indias (el llamado Nuevo Mundo). Por el contrario, desde allende los mares, nos llegaron productos agrícolas, algunos tan imprescindibles y populares en nuestra cocina como las papas, el tomate, el pimiento, la alubia o judía común, el maíz de piña, la batata, la yuca, los tunos (Chumberas), el cacao, el aguacate, la piña, los cacahuetes, etc.
Muchos canarios se asentaron en las primeras ciudades latinoamericanas algunas de la cuales se convertirían en capitales como: Buenos Aires (Argentina), Montevideo (Uruguay), Caracas (Venezuela), La Habana (Cuba), etc.
Como nota importante decir que Tenerife y La Palma todavía no habían sido pacificadas, puesto que la conquista de San Miguel de La Palma concluye en 1493, y la de Tenerife hacia 1496.
Las tierras descubiertas por Cristóbal Colón fueron llamadas por el nombre de Las Indias en alusión a Marco Polo, que fue como llamó al continente asiático. Para no confundir ambos territorios, en principio lo denominaron Indias Orientales, pero poco después tomó mayor peso el adjetivo de Nuevo Mundo, en contraposición del Viejo Mundo referido a los continentes de Europa, África, y Asia.
El Nuevo Mundo comenzaría a ser llamado por el nombre de América gracias al polivalente rico comerciante florentino, astrónomo-geógrafo, y explorador, Américo Vespucio (n. 1454-m. 1512), quien aventuró que las Indias en realidad era otro continente separado, y que no tenía nada que ver con Asia.
Vespucio fue amigo de Colón, que ya se había percatado desde su tercer viaje que estaba ante un territorio del todo desconocido e inexplorado. El comerciante fue contratado en 1496 para viajar con destino a Las Indias, al mando de una flota de carabelas para abastecer a la colonia asentada en la isla de La Española (Hispaniola), pero su viaje no llegó a buen término al ser sorprendido por una fuerte tormenta que hundió todo su cargamento. El florentino, convertido en navegante, e intrigado por estos nuevos territorios, una vez más se enrola en 1499 zarpando en una expedición con Alonso de Ojeda, ex lugarteniente del almirante Colón, rumbo a tierras sudamericanas, llegando al delta del río Orinoco en Venezuela. Al llegar a Maracaibo queda fascinado de cómo los indígenas viven en medio del agua en unas chozas sostenidas por pilotes, y el modo de cómo se trasladaban por medio de piraguas, por lo que decidió bautizar aquella región por el nombre de Venezuela (pequeña Venecia). Regresa en el año 1500, con un vasto cargamento de perlas, y sobre todo, de esclavos, el negocio por excelencia de la época.
Los palafitos indígenas, como los existentes en Maracaibo y lugares cercanos como la Laguna de Sinamaica al Norte de Zulia, recordaron mucho a Vespucio a Venecia (Venezia), por lo que decide bautizar al territorio por el nombre de Venezziola (Pequeña Venecia), que derivaría con el paso del tiempo en Venezuela.
Al año siguiente inicia un nuevo viaje autorizado bajo la Corona portuguesa, zarpando con tres naves desde Lisboa llegando al noroeste de Brasil. La expedición dura un periplo de año y medio bordeando las costas sudamericanas en dirección sur, se cree, llegando hasta la Tierra del Fuego argentina. Además de cartografiar, hace numerosos apuntes sobre las costumbres de los nativos, flora, fauna, etc., e incluso descubre nuevas constelaciones como la llamada Cruz del Sur.
Su labor es tan importante que es conocido por toda Europa a la vez que sus relatos y estudios son publicados. La corona castellana pronto solicitó sus servicios de cartógrafo, e incluso se le concede la nacionalidad castellana.
Desde el año 1507 se comienza a cartografiar cambiándose el nombre de Indias Orientales por América, en reconocimiento a este ilustre personaje. Tuvo tanta aceptación que desde entonces los atlas, toma su nombre en todos los planisferios.
Nombrando los atlas no se puede obviar a dos de los grandes navegantes aventureros; al portugués Fernando de Magallanes (1480-1521), y el guipuzcoano lugarteniente Juan Sebastián El Cano (1476-1526), que fueron los primeros históricamente en circunnavegar la Tierra con el objetivo de alcanzar el archipiélago de las Islas Molucas-donde se hallaban las especies-, por la ruta del Oeste y no del Este como lo hacían los portugueses. Aunque Magallanes no pudo completar la expedición al fallecer en Filipinas (Isla de Mactán), en 1521, muerto en combate tras un enfrentamiento contra los indígenas que los superaba en número. La importante hazaña recaló en El Archipiélago canario en su viaje de ida el 26 de septiembre de 1519.
La aventura contó con el beneplácito de la Corona castellana, reinando por ese entonces el monarca Carlos I, y debiendo renunciar Magallanes a la nacionalidad portuguesa. No hay que olvidar la guerra comercial entre ambas potencias por la ruta de las especias. Magallanes convenció a la Corte española con unos cálculos erróneos de mapamundis antiguos como el de Ptolomeo, creyendo que haciendo el itinerario por el Mar del Sur, que Magallanes luego bautizaría Océano Pacífico, sería una ruta más corta puesto que estaba convencido de que aquel océano era muchísimo más pequeño. En la época existían ya cálculos sobre el tamaño de la Tierra más certeros, y desde muy remotos en el tiempo como las del sabio griego Eratóstenes de Cirene, que desde el año 250 a. C. midió la circunferencia de la Tierra con una exactitud casi correcta, basándose en el recorrido del sol, o los cálculos del médico, matemático-astrónomo francés Jean Fernel (1947- 1558), que también por medio de sus cálculos comparativos con el astro rey, atinó publicando en 1528 casi certeramente la distancia del diámetro terrestre.
Magallanes partió con 5 naves y 270 hombres desde Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), un 20 de septiembre de 1519.
Seis días después llegó a Tenerife fondeando en la bahía frente a la Montaña Roja (Granadilla), y atracando en el Puerto de la Cruz, principalmente para aprovisionarse de agua, brea, y leña. En la Patagonia la expedición debida a las duras condiciones climáticas perdió muchos hombres, y dos naves: Una debido a que se amotinó, y la otra por un accidente. En 1520 pasó el peligroso estrecho que lleva su nombre Estrecho de Magallanes, que conecta con el Océano Pacífico. La hazaña se completó en unos 3 años regresando solamente una de las naves La Victoria, con tan sólo 18 hombres de los 260 que se creen partieron, al mismo punto de partida, el puerto de Sanlúcar de Barrameda, el 6 de noviembre de 1522. La gesta logró por primera vez cartografiar en mapas gran parte del mundo desconocido, estudiar el medio, así como lograr el objeto de la misión de encontrar un paso para llegar a Asia desde el Océano Atlántico, y traer las codiciadas especies que sufragó el coste de la misión. La larga expedición tuvo sin duda sus luces y sombras, como fue los atropellos, abusos, a la comunidad indígena a su paso en nombre de la Santa fe cristiana, incluyendo la captura de nativos, y los intentos de amotinamiento por parte de la tripulación.
Otro personaje que merece especial interés es el controvertido polifacético Richard Francis Burton (n.1821-m.1890), aventurero, multilingüista y traductor (tradujo al inglés la obra Las Mil y una Noches, el Kama-Sutra…), y oficial británico que exploró grandes extensiones de África y Asia.
Entre sus aventuras recaló varias veces en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria en ruta hacia Inglaterra o Tenerife, donde mantenía breves encuentros con su esposa. Su última estancia tuvo lugar hacia 1882, cuando era cónsul de la ciudad portuaria de Trieste, en el imperio austro-húngaro a orillas del mar Adriático, en una escala de expedición, a la Costa del Oro (Golfo de Guinea). El viaje tenía el propósito de hacerse con grandes cantidades de oro, y resultó a este respecto, un fracaso, como otras en busca de azufre a Islandia, o de diamantes a la India, o a la busca de oro en regiones de Estados Unidos, Brasil, y Arabia.
Pero no obstante desde el punto de vista literario fue fructífero. En su obra que publicó en 1883, To the Gold Coast for Gold, que trataba sobre sus andanzas, en el capítulo octavo lleva el título Gran Canaria. Las Palmas capital, referente a la ciudad y su Puerto de La Luz. A la ciudad no la deja en buen lugar, y define a la catedral como un edificio inmenso y triste cercana a la sede de la Inquisición con barrotes muy gruesos, y alude al despilfarro e impacto ambiental del recién creado muelle de La Luz. El sexagenario Burton no pasaba desapercibido en su paseo por Las Palmas, con su alta estatura de un metro noventa, su complexión ancha y nervuda, y la enorme cicatriz de sus mejillas, resultado de un lanzazo que le atravesó la cara mientras completaba el mapa de Somalia.
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