Las Guerras Púnicas -derivada de la palabra étnica latina Pūnicī que es como llamaban los romanos a los habitantes de Cartago- se refieren a una serie de batallas que protagonizaron los romanos contra los cartagineses, pueblo ancestro de los fenicios. El conflicto se sucedió en tres episodios bélicos durante los periodos del 264 a. C. y 146 a. C entre un choque inevitable de trenes: El Imperio Romano contra el Imperio Cartaginés o Púnico (Norte de África). Los antepasados de los cartagineses fueron los Fenicios -inventores del ‘abecedario’ que pasaría a Europa-, era un pueblo principalmente dedicado al comercio y hábiles navegantes. Su ingeniería naval superaba a la de Roma y era la más adelantada de la época.
El conflicto se produjo tras muchos siglos de armonía entre ambos pueblos, debido en gran manera a la anexión por parte de Roma a La Magna Grecia, lo cual enfrentaron a ambas potencias por el afán imperialista de expansión romana. La Magna Grecia eran polis (colonias) griegas establecidas al Sur de la península italiana y en Sicilia, pero que fueron absorbidas por Roma después de las Guerras pírricas (280-275 a. C.), contra los griegos de Epiro (región situada geográficamente entre el oeste de Grecia y Albania).
· Primera Guerra Púnica (264 a. C.-241 a. C.): El conflicto fue costoso para ambos bandos, pero Roma se alzó con la victoria conquistando la Isla de Sicilia. A puertas de Cartago, los romanos son derrotados en la llamada Batalla de Túnez, pero en Sicilia consiguen dos decisivas victorias que obliga a Cartago a la rendición y a pagar un cuantioso tributo.
· Segunda Guerra Púnica (218 a. C.-201 a. C.): Es la más conocida de las tres y la que pone en jaque a Roma en gran medida gracias a un estadista general considerado uno de los más grandes estrategas de la Historia, llamado Aníbal Barca, que durante más de una década logró mantener un ejército en Italia y una verdadera pesadilla para Roma. Con Aníbal también hay sus detractores que lo consideran más un vil asesino, y que según las crónicas de los romanos era despiadado que gustaba de hacer castigos ejemplares para las insubordinaciones, como ordenar que sus familiares fueran quemados en la hoguera a modo de escarmiento, y relatando que en su viaje por Los Pirineos y Los Andes no dudara para la supervivencia en tan dura travesía, servirse del canibalismo, o bien por medio de los prisioneros, o de los que morían por el camino. Aunque todo es parte de la leyenda negra, y hay una gran controversia al respecto.
La guerra se produce por la expansión de Cartago por la Península Ibérica (Hispania), y el aumento del creciente fervor anti-romano en Hispania y Grecia, y por el otro, el visible resurgir del poderío militar cartaginés, cual acabó reducido por Roma tras la Segunda Guerra Púnica.
En este lugar es donde entra en acción la famosa expedición militar de Aníbal contra Roma. Aníbal, que nace en el 247 a. C. en Cartago (Túnez), y fallecería en el 183 a. C. en Bitinia (Turquía), había sucedido a su padre Amílcar Barca como comandante en jefe de Hispania. El río Ebro era la frontera de partición de Hispania, entre Roma y Cartago. La zona inferior al río era para los cartagineses, y la superior para los romanos.
Amílcar fue un importante general en la primera contienda de las Guerras Púnicas, que tras la pérdida de Sicilia y retirarse hacia el 237 a. C. emprende la Conquista de Iberia (Hispania). Muere entre fechas aproximadas del 227 ó 229 a. C., en combate contra los oretanos (uno de los tantos pueblos de etnia celta de la antigua España), por las proximidades del pueblo de Elche en Alicante. Lo sucede su cuñado, Asdrúbal 'El Bello', puesto que sus hijos todavía eran muy jóvenes, es un periodo más bien de diplomacia, pero a la muerte de éste asesinado por orden de un rey Celta en el 221 a. C, lo acaba sucediendo Aníbal Barca.
La ciudad de Sagunto o Sagunt situada en Valencia estaba bajo el protectorado de Roma, era una rica urbe comercial con un próspero puerto que había quedado bajo influencia romana debido a su tradición cultural romana, pero es atacada por el ejército de Aníbal con la excusa que según el tratado de división territorial estaba en sus dominios, y de que tenía litigios con una de las tribus amparada por los cartagineses. La ciudad es conquistada y Roma declara la Guerra. Una peculiaridad de las tropas cartaginesas es que disponían de un variado número de elefantes que marchaban a modo de infantería y eran temidas por los enemigos. El general cartaginés que contaba por entonces con 22 años, parte desde Cádiz con un importante contingente de hombres, caballos -y por supuesto- elefantes, y cruza Los Pirineos. Así mismo cruzó Los Alpes en mitad del invierno hasta descender a La Península de Italia en el año 218 a. C., por sendas nunca antes transitadas. Decir que los elefantes era de una especie hoy en día extinta mas pequeños que los africanos, y más parecido a los elefantes asiáticos, pero aún así era una hazaña jamás nunca realizada, y le costó a Aníbal la pérdida de un ojo y la muerte de la mayoría de los elefantes, pero las desprevenidas legiones romanas fueron derrotadas por tres veces en el norte de Italia, en las batallas de Tesino, Trebia y Trasimeno, derrotando a todas las fuerzas que la República de Roma lanzaba en su contra al mando de sus cónsules. El ejército de Aníbal, repleto de mercenarios celtas, iba aumentando su número nutriéndose de las tribus de alzados germánicos, francos, y otros pueblos que sublevados vieron una oportunidad con el liderazgo de Aníbal, de vencer y dejar de estar bajo el yugo de la poderosa Roma.
Llegó a las puertas de Roma sin tropas que le hicieran frente, pero no se decidió por atacar ni sitiarla. Se supone que se debió a su monumental amurallamiento en altura y anchura. Roma era una ciudad extensísima e imposibilitaba a un ejército, por mucho que alargara sus fracciones, pudiera controlar toda la inmensidad de su perímetro. Envió emisarios para que se rindiera. Pero recibió la contundente respuesta: “Roma nunca se rinde”. Aníbal se vio en la obligación de ir a buscar más refuerzos a Cartago, momento que aprovechó Roma para enviarle un nuevo y basto ejército al que Aníbal volvió nuevamente a derrotar en La Batalla de Cannas en una hábil estrategia envolvente.
Mientras tanto los romanos ganaron la batalla en Hispania con un nuevo y joven comandante romano de 24 años, el general Publio Cornelio Escipion 'El Africano’, cual logró derrotar con brillantes tácticas a los ejércitos cartagineses comandados por los hermanos de Aníbal, Asdrúbal y Magón, y el general Asdrúbal Gisco.
Mientras tanto los romanos ganaron la batalla en Hispania con un nuevo y joven comandante romano de 24 años, el general Publio Cornelio Escipion 'El Africano’, cual logró derrotar con brillantes tácticas a los ejércitos cartagineses comandados por los hermanos de Aníbal, Asdrúbal y Magón, y el general Asdrúbal Gisco.
Escipión (n. aprox. 236 a. C. m. 183 a. C.), tomó la capital de Cartagena de Iberia (España), y a pesar de disponer de menor número de tropas, estaban mejor preparadas y supo hacer mejores pactos con los íberos, que se sumaron en masa a sus filas. Finalmente enfrentado a los ejércitos cartagineses los venció en La Batalla de Ilipa (206 a. C.) cerca de Sevilla, con la ayuda de los íberos sublevados reclutados y haciendo uso eficazmente de la estrategia. Vencido y con Iberia perdida, Magón huye a Baleares y desde allí regresa a su patria de Cartago, mientras Adrúbal termina de cruzar los Pirineros para enviar tropas de refuerzo al ejército de Aníbal.
Pero Asdrúbal fue vencido en sendas batallas camino de Italia por nuevas legiones de refrescos de Roma, -que recluta incombustiblemente soldados-, y una leyenda dice que la cabeza decapitada de Asdrúbal fue arrojada al campamento de Aníbal.
Ilustración de la entrega de la cabeza de Asdrúbal a Aníbal.
Aníbal sin tropas nuevas y con un pertrecho escaso ejército tuvo que también volver a su patria Cartago. Su deambular por tierras italianas fue un periplo de más de 15 años, hasta el año 203 a. C.
Publio Escipión regresó a Italia con la intención de pedir al Senado que lo dejaran con su ejército ir a Cartago para declarar la guerra en su feudo. Se lo negaron pero le permitieron ser cónsul de Sicilia. Formando nuevo ejército y con la excusa de defender su territorio de la presión de los cartagineses su cargo lo facultaba para legitimar este derecho de ataque preventivo, y erigirse como procónsul (año 204 a. C.).
Escipión pasó un año preparando a fondo a su ejército nuevo, y cuando estuvo preparado desembarca con su tropa en Numidia (territorio entre Argelia y Túnez), y hace pactos con las diferentes tribus númidas (que tenían una formidable caballería). Entonces se prepara para hacer frente al ejército de Cartago, al cual vence sin contratiempos e invade varias poblaciones. En el último combate con Escipión los cartagineses pierden una gran parte de su caballería, y se ven en la necesidad de pedir ayuda a Aníbal para que acudiera a socorrerlos. Aníbal, que había regresado al Sur de la península de Italia, contrariado regresa a Cartago.
Así ambos ejércitos se enfrentaron en la llamada Batalla de Zama en las llanuras del norte de África hacia el año 202 a. C.
El contingente de Escipión era mucho más numeroso en caballería. Tenía de su parte a bastantes númidas y se guardaba de reserva escondida en la retaguardia de Aníbal una importante tropa de infantería. Para colmo con los elefantes, -la más temible de las armas cartaginesas-, ocurrió un accidente fortuito que no se sabe si a causa de que estos no estaban lo suficientemente estrenados, y motivado por el ruido de la campaña militar se aterrorizaron una parte de ellos que en desbandada aplastaron a una parte importante de la propia caballería cartaginesa. Ese momento de sorpresa propició que se lanzaran al ataque, y aunque la infantería de Aníbal presentó batalla hasta el final, el gran general no pudo evitar su completa derrota cuando por la retaguardia aparecieron legiones de romanos con los que no contaba. Tras su victoria, Escipión obtuvo el sobrenombre de “El africano”. Cartago tuvo que rendirse y en la capitulación los romanos fueron humillantes, pero lo peor fue el perder todas las ciudades de ultramar, así como su valiosa flota.
Después de haber perdido la batalla, Aníbal tomó parte activa en la reconstrucción de Cartago, y en el mundo de la política, pero su larga temporada de liderazgo y sus éxitos le habían granjeado numerosos enemigos entre su propio pueblo. Sus oponentes se unieron en una sola facción y protestaron frente a Roma. Aníbal no tuvo más remedio que el exilio hacia el año aproximado del 195 a. C., (andaba en torno a los 50 años). Continuó combatiendo al poder de Roma como mercenario acogiéndolo la corte del Reino de Siria en donde estuvo unos 5 años concentrando sus esfuerzos en la Marina, pero finalmente fue derrotado. Desde allí huyó a vender su espada contra los romanos al lado del Reino de Armenia. Hacia el año 183 ó 184 a. C. se especula que Aníbal residía en un pequeño reino independiente de nombre Bitinia (en la actual Turquía), y que se suicidaría con veneno que portaba en un anillo al llegar a sus oídos que iba a ser entregado por el rey bitinio a los romanos. Contaría con unos 63 ó 64 años. Paradójicamente su enemigo Escipión El africano murió ese mismo año. Ambos habían mantenido un trato cordial a lo largo de los años encontrándose ocasionalmente. Decir que Escipión acabó desde aproximadamente el año 190 a. C. desterrado de Roma siendo acusado junto a su hermano Lucio convertido en cónsul, de haberse apropiado de parte del botín de guerra. Ambos fueron a combatir al Imperio seléucida de Antíoco III, en la que por cierto Aníbal era su consejero militar después de su salida de Cártago, en la llamada Batalla de Magnesia en el año 194 a. C. Aunque Escipión no participó por hallarse gravemente enfermo ambos fueron acusados en el Senado de apropiación indebida, estigma del que no se pudo liberar.
· Tercera Guerra Púnica (149 a. C.-146 a. C.): Comprende casi a una única decisiva acción, La Batalla de Cartago, una operación de asedio de larga duración que acabó con el saqueo y la destrucción completa, reducida a cenizas, de la ciudad de Cartago. La excusa para declarar la guerra Roma a Cartago fue el rearme de su ejército, sobre todo naval, y atacar sin consentimiento a un reino bajo el protectorado romano, Numidia. Este reino había aprovechado la impotencia de Cartago para extender sus límites territoriales sobre todo a lo largo de la costa, atacando en el 151 a. C. una ciudad cartaginés. Pero el ejército cartaginés resultó derrotado y tuvo que pagar tributos a los númidas justamente cuando acababa de terminar de pagar los últimos tributos a Roma. El motivo de desobediencia a Roma fue usado en el Senado como casus belli, una excusa para declarar la guerra a Cartago, que a pesar de buscar la diplomacia y someterse a Roma entregando cuanto oro fuera necesario, así como su flota naval que sorprendentemente había vuelto a florecer, no fue suficiente para aplacar la codicia de Roma, a los que sorprendió las tantas riquezas que escondía Cartago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario