lunes, 11 de mayo de 2020

La madición de Tutankhamón: ¿Leyenda o realidad?

Howard Carter y Lord Carnarvon a la entrada de la tumba.

Tras el descubrimiento de la Cripta final en 1922 por  Howard Carter (n.1847-m.1939), los rumores de la maldición tomaban forma... 
Un hermoso pájaro canario que se pasaba el día cantando, traído por el propio Carter para llevar más ameno la tarea puesto que pasaba allí todo el día trabajando en el copioso inventario de tantas riquezas (se documentaron nada menos que 5.397 objetos), y en la limpieza del féretro. De repente sintió cesar su canto, y es que había sido engullido por una Cobra (la serpiente guardiana de los faraones, creencias en la que se encarnaba la diosa Edjo). 


Lord Carnarvon, por medio del cual hizo posible las excavaciones en el lugar aportando el capital necesario para la empresa, unos 10 meses después de hallarse la tumba, fue picado por un mosquito en una mejilla. Parece que tras cortarse al afeitarse en el mismo lugar de la picadura, pudiera ser la causa que desencadenara una progresiva y horripilante infección que se extendiera sin control por todo su cuerpo, acabando falleciendo de septicemia.
La enfermera que anunciara su muerte ante la presente familia Carnarvon que se había trasladado hasta El Cairo, no hizo más que terminar la frase de su fallecimiento, cuando un repentino fallo eléctrico dejó sin luz a toda la capital. Y mientras se divulgaba por todos los periódicos sensacionalistas relacionando su muerte con el presagio de la maldición, un egiptólogo acababa por hacer público que las inscripciones de la entrada a la tumba advertía lo siguiente: "La muerte llegará con alas ligeras a todo aquel que se atreva a profanar esta tumba”. 



Para los egipcios la existencia no acababa con la muerte, sino que éste era un viaje al "País del Infinito"; para ello se rodeaban de los mejores bienes materiales en vida e incluso sustento para emprender la travesía, y debían estar en las mejores condiciones posibles momificando su cadáver. Pero en ningún momento su paz eterna debía profanarse. Por ello los egipcios ricos que podían permitírselo, se hacían laberínticas galerías y pasadizos subterráneos que eran callejones sin salida, destinados para despistar a los buscadores de tesoros. 
Carter aludía que no eran más que casualidades nefastas, pero en esto su ayudante Arthur Mace, -fue el último hombre que con una barra de hierro rompió el sello que separaba al mundo exterior de la Cámara Real-, murió también fulminantemente en el mismo hotel en El Cairo que ocupara Lord Carnarvon. No había, según los médicos de la época, explicación científica alguna. 
También Sir Douglas Reíd, radiologista y hermano de Carnarvon, que trabajaba con Carter sacando radiografías de la momia en su tumba, repentinamente enfermó y falleció dos meses después sin causa conocida. 
El secretario de Carter, Richard Bethel, moriría en 1929 de un infarto, y su padre (que había estado en la tumba), se suicidaría lanzándose desde un 7º piso. En 1934 el arqueólogo Alby Lythgoe, del Museo Metropolitano de New York, y que también recorrió la tumba al inaugurarse, moriría de un agresivo ataque cerebral en este mismo hotel de El Cairo. Llegaron noticias de que obreros que trabajaron en la excavación, morían por causas similares... Los miembros de la tripulación del avión que efectuaría el traslado a Londres, sufriría implacable la maldición. La mayoría presa de infartos múltiples... Curiosamente el oficial Ian Lansdown que había dado una patada al baúl que portaba la máscara se rompió esa misma pierna al caerse por una escalera de hierro, posteriormente sufriría una serie de infecciones que perpetuó su cura 6 meses más... Brian Rounsfall, que se pasó todo el viaje jugando a las cartas sobre el sarcófago, sufrió dos infartos al año siguiente...  
Aunque se han confirmado de que de las 58 personas presentes durante la apertura de la tumba y del sarcófago, sólo murieron 8 durante los 12 años siguientes. Aunque muchos periódicos sensacionalistas de la época atribuyeron a unas 30 personas
Al fin, la momia de Tutankamón fue llevada a la Universidad del Cairo el 11 de noviembre de 1925, alrededor de 3 años después de duros trabajos tras descubrirse el hallazgo. La momia llevaba bajo los vendajes 143 bolsillos diminutos en el cada uno portaba una piedra preciosa. Alrededor de su cuello llevaba el usual Collar de la protección, y los brazos iban cubiertos por 7 brazaletes en el derecho, y 6 en el izquierdo. Cada dedo llevaba un anillo de oro macizo en forma de T. La cabeza estaba recubierta por una talladísima dilema de oro y separándola del afeitado cráneo había una malla de de fino oro batido (propia de la época). Se dice que cuando al fin descubrieron el rostro de la momia, no más que un niño, de expresión serena, casi parecía tejido vivo de lo perfectamente conservado que se hallaba. 



En el muro norte de su cámara funeraria hay 7 figuras en tres escenas separadas. De derecha a izquierda: ceremonia de apertura de la boca practicada a la momia de Tutankamón por el faraón Ay, su sucesor, quien sostiene un instrumento especial (azuela) y está vestido como un sacerdote; Nut, la diosa del firmamento, da una pacífica bienvenida a Tutankamón, y, por último, Osiris, dios del Inframundo, abraza a Tutankamón, que aparece seguido por su ka o fuerza vital.

Hoy en día se baraja si la causa de las muertes fuera provocada por un tipo de hongo tóxico como la especie Aspergillus, cuyas esporas pueden permanecer activas durante siglos o incluso milenios, y que al inhalarlas puede provocar en ciertas personas una aspergilosis pulmonar, un tipo de tumor de tipo invasivo y muy grave. Este tipo de hongos se hallan en buena parte de momias en todo el mundo. La hipótesis de que detrás de las muertes se hallan los hongos no es nueva, y el primero en advertirlo fue el doctor Ezze-din Taha, que en 1962 descubrió que muchos de los arqueólogos y operarios que habían encontrado la momia de Tutankamón padecían infecciones respiratorias graves causadas por este hongo presente en los restos del joven faraón egipcio. Aunque lo insólito es que al salir de la conferencia y coger su coche sufrió un accidente, según la autopsia había muerto de un fallo cardíaco. En esos mismos años 60Mohammed Ibrahim, director egipcio de antigüedades, tuvo que dejar que varias reliquias halladas en la tumba viajaran a una exposición a Paris, y murió ese mismo día que partían, atropellado. Por lo visto había sufrido previas y reiterativas pesadillas de que moriría si las dejaba salir de Egipto.
Tutankamón junto a su esposa y hermanastra la reina Anjesenamón. Ambos se casaron cuando ella tenía unos 13 años y el joven faraón entre 8 ó 10 años. 


En 1972, otro nuevo director del museo, Gamal ed-Din, murió la noche del empaquetado de objetos que se iban a exponer en Londres. En los años 80, en una película que se usaron objetos pertenecientes a Tutankamón; el protagonista tuvo un accidente cayendo su coche por un acantilado, rompiéndose la pierna, precisamente la misma fracturada de la momia, por diez sitios...
Hasta fecha de hoy que se sepa, parece que la maldición duerme, pero como un volcán apagado, continúa latente... 
Actualmente se halla expuesta en una vitrina dentro de una caja climatizada, en la antecámara de su tumba en El Valle de los Reyes de Luxos.
En la tumba del faraón, en 1922, Howard Carter también halló dos fetos, y según los últimos estudios por el antropólogo Robert Connelly, podría ser el padre junto a su jovencísima esposa Ajensenamón, de las dos gemelas que no llegaron a nacer, y que fueron enterradas junto al adolescente faraón en su tumba de El Valle de los Reyes. 


El antropólogo tras estudiar el mayor de los fetos hacia 1979, determinó su grupo sanguíneo para compararlo al de Tutankamón. En un principio se creía que la momificación también de los neonatos junto a él, eran parte de los usuales sacrificios de las creencias de la época en el cual el faraón en la transición, nacería de nuevo a través de ellos.
La momia, que se encuentra en muy mal estado y dividida en 18 trozos distintos por su manipulación violenta para separar sus preciados amuletos y finalmente la máscara, se encuentra dentro de una vitrina de plexiglás, en unas instalaciones especiales que vigilan la humedad y temperatura.



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