miércoles, 1 de abril de 2020

Orígenes de la cultura aborigen canaria



Las tribus bereberes en Tenerife se los conocieron como los “guanches”. En Fuerteventura y Lanzarote como los “majos”. En La Palma como los “ahuaritas (Benahoaritas)”. En la Gomera “gomeros (Gomeritas)”. En la isla del Hierro como los “bimbaches”, y en Gran Canaria fueron denominados “canaríis’.
Aunque se da por válido el término de guanche para designar a cualquier aborigen de las islas canarias.
Los aborígenes de Canarias fueron el único pueblo nativo que habitó en los archipiélagos de la Macaronesia, puesto que no hay pruebas de presencia nativa en los restantes 4 archipiélagos (Azores, Madeira, Cabo Verde, e Islas Salvajes), anterior a la llegada de los europeos.
Pero, ¿Cuál es el origen de los aborígenes? Las teorías que más se han impuesto es que fueron un grupo de tribus principalmente bereberes de cultura amazigh que emigraron por motivos que se nos escapan –quizás empujados por los fenicios y romanos-, a través del mar desde el norte de África en pequeñas barcazas, portando a la vez ganado variado como ovejas cabras y cerdos.
Existe cierto consenso entre los investigadores que llegaron en dos grandes flujos migratorios. El primero se estima aproximadamente unos 2.500 años (siglo V-VI a. C.), y la siguiente en torno al siglo I cuando se expansionó el Imperio Romano al Norte de África. La palabra bereber es de procedencia latina que significa “bárbaro, salvaje sin civilizar”, y es como los llegó a denominar el pujante Imperio Romano a la llegada al territorio -ellos se llamaban así mismo “Amazigh” (hombres libres)-,por lo que se teoriza que los romanos los expulsaron deportándolos en barcos a las Islas Canarias.


De cada oleada migratoria se cree que se trajeron diferentes elementos culturales como por ejemplo la escritura. De la primera oleada procede la escritura líbico-bereber hallada en multitud de yacimientos rupestres, y en la segunda se extendió la escritura latino-canaria, en donde predominan los grabados de tipo geométricos, con influencias de la escritura latina romana.
Crónicas antiguas como el manuscrito de Giovanni Boccacio -escritor polifacético de su tiempo-, recoge una expedición hacia el año 1341 de la captura de unos canarios de Gran Canaria destacando su honorabilidad y valor, además de destacar su belleza física aludiendo a que eran fuertes, rubios de pelo largo pero limpio, sin barba, de ojos claros, e iban casi desnudos. Debido a las descripciones físicas algunos historiadores los relaciona con las mismas que poseen las tribus del Rif africano. Aunque otros escritos los define con características físicas muy diferentes, por lo que se especula que las islas estaban pobladas por diferentes tipos de tribus.
El término Macaronesia proviene del griego que significa “Islas Afortunadas”; nombre que se debe al geógrafo Claudio Ptolomeo, otorgado entre el 100-165 d. C. Aunque parece que la utilización de este término es de épocas más remotas siendo empleado por otros historiadores como el romano Tito Livio (59 a. C.- 17 d. C.), denominando a las islas alejadas de Gibraltar y relativamente próximas al norte africano en los mapas cartográficos, quizás ello se deba a la leyenda del filósofo Platón (427 a. C.- 347 a. C.), sobre la existencia de un continente atlántico más allá de Gibraltar llamado la Atlántida cual acabó sumergiéndose, y que los indistintos archipiélagos (Cabo Verde, Madeira, Islas Salvajes, Azores, y Canarias), son los únicos restos que han perdurado. En este término existen detractores que creen que se ha llevado a una mala traducción latina del griego original, y que en vez de Fortunatae Insulae, el término original empleado fue Fortunatorum insulae, traducido por “Islas de los felices (o dichosos) dioses”. El término se relaciona con la mitología griega como el lugar donde las almas puras y virtuosas gozaban del reposo eterno tras la llegada de la muerte: los Campos Elíseos, algo así como el Paraíso, por ello a las Islas Afortunadas se las conoce también con el nombre de Islas de los Bienaventurados.
Hubo otro sabio y militar de origen romano, Plinio el Viejo (n. 23 – m.79), que dejó constancia relatando la existencia de una obra escrita hacia el año 6, por el propio rey de Mauritania Juba II (n.52 a. C. – m. 23 d. C.), sobre una expedición llevada a cabo al archipiélago canario en donde describe además del clima, fauna y flora, algunas de las costumbres de los isleños. Los territorios actuales de Argelia y Marruecos fueron una provincia más del poderoso Imperio Romano de entonces, y Juba II fue el monarca títere criado en Roma que las gobernaba. Estuvo casado con Cleopatra Selena, hija de la famosa egipcia Cleopatra VII y del cónsul Marco Antonio. El destino de los restos mortales tanto de Cleopatra como su amado Marco Antonio es un gran enigma en nuestros días, como lo es la de otro personaje histórico como fue Alejandro Magno, al que se supone que su tumba también se debe hallar en la mítica Alejandría, capital cuna de la cultura en la antigüedad. 


Plinio el Viejo relata que Juba II llegó a Canarias bautizando como Pluvalia a Lanzarote, Capraria a Fuerteventura, Gran Canaria como Canaria, Nivaria a Tenerife, La Palma por el nombre de Ombrios, Lunoia Maior a la isla de La Gomera, y Lunonia Minor, a la isla del Hierro.

Existen unas leyendas sobre que descendientes familiares y de la Corte de la reina Selena fueron desterrados a varias de las islas canarias donde fueron los responsables de enseñar a los aborígenes sus prácticas funerarias. Así como se cree que Selene y su marido el rey Juba llegaron a convertirse en la clase dominante de ambas islas, todo ello se basa en que el estilo de momificación de las momias guanches se aproxima a la cultura egipcia, aunque el proceso de momificación difiere al uso general utilizado por los egipcios.
Se especula que en las islas Canarias prehispánicas convivieran durante varios siglos bereberes y descendientes de los egipcios de Alejandría, procedentes del último reinado del Antiguo Egipto, Cleopatra, llegando de forma circunstancial o deportados por los romanos por orden del emperador Calígula (n.12 – m.41), ante el temor del apoyo al rey Ptolomeo de Mauritania, hijo de Selene (única hija del difunto cónsul Marco Antonio), y Juba II, y que pudieran llevar a cabo una revuelta. Finalmente el rey Ptolomeo de Mauritania fue muerto por orden del controvertido césar Calígula tras visitar Roma hacia el año 40.
Que en época del Imperio Romano se conociera la existencia de Canarias no es una novedad, ya el geógrafo Pomponio Mela que falleció en torno al año 45 y fue contemporáneo de los emperadores Calígula y posteriormente Claudio, las situó en su famoso mapamundi, con recopilación de descripciones de islas como las de Cabo Verde y Canarias, en donde relata además el periplo del viaje de una flota del cartaginés Hannón, entre los años 470 a. C. Se cree que el propio general hispano Quinto Sertorio (122/3 a. C. -72 a. C.), conocía la existencia de las islas Canarias (donde ya había estado), según relatos del historiador-filósofo Plutarco, que le comentó su interés por llegar a ellas como lugar de retiro, sitiado como estaba por la guerra Civil que sabía que pronto llegaría su fin.

Los nativos canarios de la distintas islas que conforman el archipiélago canario parece ser que tenían un mismo lenguaje, aunque por el aislamiento isleño del irremediable paso del tiempo, en cada isla se desarrolló significativas diferencias culturales. El idioma nativo con los oriundos dialectos entre islas una vez termina la conquista y fueron los aborígenes cristianizados, cayó en desuso, y al ser de tradición oral, pronto acabó en el olvido. Debían conocer la navegación, pero no el metal, o al menos se vieron privado de emplearlo al no haberlo en las islas. Por lo tanto su estilo de vida era neolítico con trabajos en piedra muy evolucionados, dedicados a una economía ganadera, agrícola, y pesquera.
De la actividad ganadera de cabras, ovejas, y cerdos (existe debate si existió el cerdo negro canario en todas la islas, o fue introducido), se obtenía carne, pieles, agujas y anzuelos, además de la leche de las cabras y ovejas para hacer quesos y mantequilla. Los aborígenes tenían tradición pastoril de la trashumancia, es decir, trasladar los rebaños a las cumbres de las islas en verano en busca de pastos, moviéndose por senderos establecidos entre las costas y medianías.


La agricultura fue un pilar muy importante basada en el cultivo principalmente de cebada, trigo, y millo. Se tostaba en recipientes de barro amplios y a posteriori era molido usando un molino de piedra, resultando una harina que se podía mezclar con cualquier líquido, llamado gofio. Los cereales excedentes se almacenaban para las épocas de escases estacionales, en graneros colectivos, silos, llamados cenobios. Uno de los más conocidos de Gran Canaria es el llamado Cenobio de Valerón ubicado en el municipio de Sta. María de Guía.
La ropa era confeccionada básicamente con cuero animal de cabra u oveja (las ovejas canarias eran de la raza africana que carecía de lana), y que podían complementar con añadidos vegetales tales como hojas de palmera, juncos, etc. Empleaban adornos personales también basados en vegetales imprimiéndose pinturas de uso corporal, así como collares usando por ejemplo, conchas.
Las armas eran fabricadas obviamente al desconocer el metal, con piedra pulida a modo de cuchillos o usada por ejemplo en hondas, o bien con la madera empleada como jabalinas, o diversas modalidades de garrote.
La sociedad de las dos islas principales fue más avanzada en estratos sociales que la de las restantes islas. Era jerárquica, y en lo máximo de la cúspide se encontraba el Guanarteme, monarca de Gran Canaria, o el Mencey, correspondiente a Tenerife, cual muchas veces se vieron envueltos en guerras civiles intestinas por la sucesión. Las islas tuvieron en diferentes etapas en el tiempo, múltiples divisiones territoriales con diferentes números de reinos. En tiempos de la conquista hispánica las diferentes islas se dividían en los siguientes reinos:

· Gran Canaria se dividía en dos reinos principales, al Norte y Sur de la isla, con Agaldar y Telde.
· Tenerife contaba con 9 reinos: Abona, Adeje, Anaga, Daute, Güimar, Icod, Tegueste, Tacoronte y Taoro.
· La Palma tuvo 11 reinos.
· La Gomera llegó a tener 4 reinos.
· El Hierro, sólo un reino.
· Lanzarote, un único reino.
· Fuerteventura, con dos reinos.

Existe consenso entre los historiadores en afirmar que la sociedad más evolucionada correspondía a la de la isla de Gran Canaria con diferentes estructuras jerárquicas entre la nobleza (únicos autorizados a llevar el pelo largo y barba), y el pueblo llano. Los llamados Gayres eran nobles con la función de generales o capitanes. El lugar donde concertaban las asambleas y reuniones de estado era denominado Sabor (Gran Canaria), o Tagoror (Tenerife). El Faycan era el consejero máximo del poder religioso muy presente en sus vidas cuales se apoyaban de los llamados Guayafaycanes; encargados de administrar justicia, y los Farayahucanes; ayudantes para el ámbito militar. También existían unas mujeres mediadoras entre lo terrenal y lo divino, llamadas Maguas o maguadas.
En Tenerife se caracterizó socialmente por tener tres clases jerárquicas:

· Achimencey: Fue la noblezas de más alta alcurnia denominada ‘Gente del Rey’. En la cúspide se hallaba el rey cual portaba como máxima autoridad, un bastón de mando fabricado en tea, sabina, o barbusano pulido, llamado añepa. Sus capitanes o generales se denominaban Sigoñe.
· Guadameñe: Sumo sacerdote asesores personales del Mencey. Junto a ellos estaban las Maguadas o Arimaguadas, con la misma función que en las mujeres místicas de Gran Canaria. Existieron otros tipos de brujos como los kankus con la capacidad de invocar a los espíritus ancestrales. Por debajo de la casta se hallaban los sacerdotes Samaranes, o Samaras (mujeres sacerdotisas), que asesoraban a los iniciados jóvenes guerreros y nobles, así como de pequeños rituales domésticos. También se cuenta de que existió una clase especial de sacerdotes, pero de la que existe escasa información, versados en astronomía, denominados Babilones. A ellos se les atribuye ser los artífices de erigir los lugares sagrados.
· Achiciquitza: Fueron el resto de la nobleza en general propietarios de bienes y ganado.
· Achicaxna: Plebeyos, denominada a la gente llana que carecen de bienes y ganado.

Su sistema de leyes difería así mismo de unas islas a otras:
· Para los delitos mayores en Fuerteventura a un homicida se lo llevaba a la costa, se colocaba su cabeza en una laja, y era machacaban con otra gran piedra hasta provocar su muerte. Su familia recibía su parte de castigo con el desprecio de la comunidad, y según la gravedad y la saña con que consumió el delito, podían ser obligados al destierro.
· En Gran Canaria para los asesinos y ladrones existían incluso cárceles habilitadas para ello. La condena para el asesino era también la muerte.
· En Tenerife existían también lugares de cautiverio para los reos, pero no se constata de que existiera la pena de muerte. Esa benevolencia quedó demostrada contra los propios conquistadores capturados que no se los ejecutaban, sino pasaban a modo de esclavos sirviendo de carnicero de la comunidad. Con los criminales o ladrones se solían castigar con un severo castigo físico a base de golpes de vara, el destierro, además según el caso, a indemnizaciones a la víctima, o a la familia que tenía a su cargo. A destacar que tenían una legislación de protección para el honor de la mujer.
· En las restantes islas se pagaba el crimen con una condena a muerte, pero en cuanto al robo en la isla de El Hierro se sacaba un ojo al culpable, si reincidía se le sacaba el otro. Mientras que en La Palma el robo podía ser bien visto si se realizaba con cierta habilidad.

Según la crónica del conquistador Antonio Cedeño -llegado con Juan Rejón en 1478 a Gran Canaria, y que muere en La Batalla de la Laguna durante la Conquista de Tenerife en 1495-, los antiguos canarios establecían que el año se componía de 12 meses. Usaban un calendario solar similar al de los egipcios, reconociendo la llegada de las diferentes estaciones o equinoccios, que marcaban el comienzo de las labores agrícolas. Se ayudaban de monolitos con unos determinados marcadores, para una determinación astronómica precisa, que se mezclaba con sus tradiciones religiosas. La semana comprendía 7 soles, y cada paso de 4 meses lo denominaban ‘achano’. Otras fuentes señalan que empleaban también conjuntamente, un calendario lunar. Con cada equinoccio hacían fiestas con una duración de 9 días continuados, y las rencillas o disputas rituales entre clanes, quedaban en suspenso. Diversas fuentes señalan que La fiesta de la cosecha (El Beñesmer), se celebraba a principios de agosto, y su día más grande era el día 15, fecha que guarda sincretismo con la celebración de la festividad de la Virgen de la Candelaria. Durante las fiestas se hacían grandes comidas públicas, juegos de lucha canaria, desafíos con el palo, tolete, lanzamientos y levantamientos de piedras, etc.
En el terreno medicinal se basaba en el chamanismo con remedios de cataplasmas o los recursos medicinales de ciertas plantas, también eran capaces de hacer pequeñas incisiones craneales llamadas trepanaciones para aliviar males como convulsiones, dolores intensos de cabeza, etc.
La religión, animista, estaba muy presente en sus vidas, creencia en dioses que regían la naturaleza con moradas como lugares sagrados, aunque destacando sobre todos ellos, un dios supremo llamado (según en qué isla), Achaman, Acorán, Abora, Althos… El sol, como astro principal, lo veneraban denominándolo Magec, y la luna, el dios Achuguayo. Los dioses generalmente tenían su pareja femenina al que veneraban las mujeres. Entre ellas destacó una de las diosas más veneradas de Tenerife, Chaxiraxi, la diosa que sostiene (o espíritu) del Universo, identificada también con la Luna y la fertilidad, y que posteriormente guardó sincretismo con la Virgen de Candelaria.
Las montañas más altas y escarpadas las identificaban como las moradas de los dioses, así lo fueron por ejemplo lugares como el Roque Bentayga en Gran Canaria, el Teide en Tenerife, la Montaña de Tindaya en Fuerteventura, y el Roque Idafe en La Palma. A ellas acudían en momentos ceremoniales y practicaban huecos llamados almogaren, donde hacían rituales invocando a los dioses, como la de arrojar leche de cabra u oveja, regando los riscos, que se combinaba con otra serie de rituales para en los periodos secos aumentar la lluvia, y con ello la prosperidad de las cosechas.


Creían además en la fuerza de los espíritus y eran frecuentes las ofrendas con sacrificios. Los enterramientos solían ser en cuevas o túmulos colectivos. En Tenerife pero también en el resto de las islas, fue de usual práctica la momificación es especial para la nobleza de alta alcurnia, que consistía en después de extraer las vísceras para evitar la corrupción, lavarlo y secarlo al sol, rellenar el cuerpo de sustancias naturales como la manteca y plantas como el brezo o diferentes plantas aromáticas para ayudar en su conservación (Llamado proceso de Mirlado). Posteriormente se envolvía en pieles de cabra fuertemente atado con tiras de cuero, siendo cosida y marcada. La práctica de la momificación se la relaciona con la desarrollada por la cultura del Antiguo Egipto



La momia mejor conservada se halla desde el año 2015 en el Museo Arqueológico Nacional (MAN), situado en Madrid. Recuperada del barranco de Herques (sureste de Tenerife), data de aproximadamente 850 años. Los restos, destacando su abundante cabello negro, corresponden a un varón guanche con una edad entre 35-40 años, y de 1,60 ms, que se estima murió entre los años 1154-60. Seguramente fue un personaje de buena posición debido al análisis de sus manos que prueba que no tuvo trabajos rudos, además de su sana dentadura, conservada toda en excelente estado, que delata que no tuvo caries ni pronunciados desgastes, indicativo de una correcta alimentación. Fue hallada hacia el año 1776, y enviada a la Corte del entonces monarca Carlos III para el Real Gabinete de Historia Nacional, expuesta a la sociedad madrileña para mostrar la peculiar habilidad indígena de preservar sus cadáveres. La momia conserva las vísceras e incluso el cerebro, y sorprendió el hecho de que no emplearan la momificación del mirlado extrayéndolas todas, que era lo habitual en la momificación canaria. 


Existen otras tres momias de parecida datación todas halladas en Tenerife: Una datada también aprox. de 850 años que fue hallada en el barranco de Guayonje (Tacoronte), otra que corresponde a un varón hallado en La Orotava (940 años), y una momia femenina hallada en Güimar datada de unos 830 años llamada NEC 2. Pero la momia más antigua que se conoce es la hallada en el barranco del Infierno (Adeje), es la de un varón que probablemente murió a finales del siglo III.
En la isla de La Palma se han constatado en diferentes yacimientos, que los auaritas practicaban la cremación en los rituales funerarios, y se cree que también llegaron a practicar la momificación. Rendían culto a sus principales dioses benefactores, el Sol y la Luna, en torno a pirámides que construían con piedras sueltas, y en otros espacios naturales que ellos consideraban divinos como el Roque de Idafe (localizado en La Caldera de Taburiente).
En Gran Canaria es donde se ha hallado más talismanes o amuletos, con diferentes ídolos como el de Tara que se cree que es una idealidad femenina hacia la fecundidad, así como las llamadas pintaderas hechas de barro a modo de sellos de relieves geométricos, que se creen empleaban empleados para tatuar tanto corporalmente como para señalar propiedades.
Destaca ciertas creencias aborígenes sobre demonios bajo la forma de enormes perros negros, y que en realidad no es sólo autóctona canaria ya que en diversas regiones de España también existen leyendas semejantes y guarda relación con las de los chupacabras. Tenían formas como de osos destacando unos ojos rojos brillantes malévolos y moraban en los profundos barrancos así como algunas crónicas aludían a que salían del mar para cobrarse alguna víctima sea humana o de ganado. Se sabe que hacían sacrificios con ofrendas de algún animal o comida, para contener sus ataques. Se cree que muchas figurillas encontradas en barro eran representaciones, tótem, de estos seres, que servían como para culto de adoración. En Gran Canaria eran conocidos como Tibicenas, en Tenerife Guacanchas, y en La Palma y en La Gomera tienen cierta semejanza; al llamarlos Haguanran o Hirguan, que iban unidos a otros espíritus menores malignos al que los denominaban Iruene.


En cierto modo su forma perruna guarda relación con el dios egipcio del inframundo, de la muerte, Anubis, que se representaba con cabeza de perro negro, o chacal.
También en las dos principales islas, aunque en mayor medida en Gran Canaria, la cultura religiosa toma más forma rememorando al Antiguo Egipto con el uso de los embalsamientos y momificaciones a cadáveres de mayor estatuto social.
La importancia de la cultura amazigh canaria y sus montañas sagradas, que unifica astronomía con religión, es tal que han sido declaradas el 7 de julio del 2019 de paisaje cultural y patrimonio de la humanidad por la Organización de la ONU, para la Educación, la Ciencia, y la Cultura (UNESCO), quedando recogidas dentro del catálogo cultural del mundo: tanto el yacimiento arqueológico de Risco caído, ubicado por las cercanías de la Presa de los Pérez, descubierto por el arqueólogo Julio Cuenca en 1996, como las Montañas Sagradas de Gran Canaria, que incluyen la Caldera de Tejeda, Juncalillo, y parte de los municipios de Artenara y Agaete. Salpicadas de cuevas, necrópolis, graneros, etc., así como las rutas de la ancestral trashumancia: son un ejemplo único de cómo fue el hábitat de los indígenas canarios, su alto nivel organizativo, y de su adaptación a los recursos isleños. Lamentablemente el terrible incendio sucedido apenas un mes después, afectó gravemente a este enclave.
Con éste último reconocimiento son 5 los bienes de la UNESCO que se han concedido a Canarias, entre ellos en la Gomera al Parque Nacional de Garajonay (concedido en 1986); al municipio tinerfeño de San Cristóbal de la Laguna (concedido en 1999); al Parque Nacional del Teide (otorgado en el 2007); y al Silbo Gomero (inscrito como idioma Patrimonio de la Humanidad en el 2009).

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