jueves, 2 de abril de 2020

En 1938 el famoso actor y director de cine Orson Welles relató radiofónicamente causando gran alarma social, una adaptación de la novela La Guerra de los Mundos, obra del autor Herbert George Wells creada en 1898. La obra en cuestión relata como los gérmenes, esos minúsculos organismos (los científicos aún debaten si los virus son seres vivos o no), son capaces de acabar con los invasores provenientes del espacio que tenían en jaque a la Humanidad. Tal fue el éxito, que años más tarde la obra se llevó al cine cosechando enorme éxito en 1953.


Los microbios siempre han convivido con la Humanidad, pero se puede decir que su proliferación se sucede en los tiempos ancestrales con la llegada de la era Neolítica, cuando el humano pasa de ser recolector, a convivir y aprovechar los recursos del ganado y servirse de todo tipo de animales domésticos. Se origina un punto de inflexión cuando la convivencia común hace posible a los gérmenes (virus y bacterias), pasar de los animales al ser humano. El salto de mutación origina enfermedades nuevas, desconocidas, sobre todo si provienen de especies mamíferas muy similares en el ADN a nosotros, contagiadas a su vez de otras especies inferiores como roedores, murciélagos, etc., que han originado desde tiempos inmemorables las más espantosas pandemias. 
En la expansión de las pandemias juega mucho a favor la globalización, las grandes pistas comerciales desde los tiempos remotos de la existencia de los Imperios y la aparición de la famosa ruta de la Seda que comenzara a conectar las diferentes grandes civilizaciones mundiales.

La llamada Plaga de Justiniano (541-3), una pandemia pestilente que asoló el Imperio Romano de Oriente cebándose principalmente en su capital Constantinopla.

Estos seres son capaces de aniquilar ejércitos y cambiar el transcurso de la historia, o acabar con grandes grupos étnicos de humanos como ocurrió en el llamado Nuevo Mundo con la llegada de Cristóbal Colón desde 1492, cuando los españoles llegaron en oleadas a colonizarlo. Los estragos que hicieron en la sociedad india fue muchísima mayor que los combates violentos, un asesino invisible en forma por ejemplo de viruela, paperas, o un simple catarro, que al no contar los nativos con las defensas naturales inmunológicas, fueron  cayendo como moscas sin necesidad de pegar un sólo tiro. La viruela llegada a México hacia 1520 llevada inconscientemente por un esclavo proveniente de Cuba, diezmó a la sociedad azteca incluyendo a su emperador Cuitláhuac. Los bichitos contribuyeron sin ninguna duda a equilibrar la balanza a favor de Cortés y Pizarro, en sus diferentes batallas para acabar con los grandes imperios incas y aztecas, cuyos ejércitos los superaban por número de millares a los de los conquistadores.


La población precolombina carecía de la inmunidad que tenían los euroasiáticos adquirida de sus grandes mamíferos, desconocido por estas tribus hasta su introducción masiva. No conocían los grandes animales domésticos como el cerdo, el ganado vacuno, el caballo, etc. Incluso sus perros eran especies de animales pequeñas semejantes a los coyotes. Por lo tanto estaban sentenciados al entrar en contacto con alguien que enfermara y que a los colonos llegados no los afectaban por su inmunización prolongada íntima con sus propios animales domésticos.


Los virus tienen una alta capacidad para replicarse, más aún cuando son del tipo del actual que nos afecta, el SARS, y que no se componen de ADN cuya mutación es más lenta, sino de código genético ARN con capacidad mayor de replicación y de mutaciones aceleradas.
Saltos virulentos que nos han afectado a lo largo de la historia no son muy antiguas: En el año 1600 a. C. se cree que aparece la viruela, en el 200 a. C. la lepra, el polio en 1840, el  sida en 1959, y el ébola hacia 1976.
Las epidemias por nuevos patógenos es normal que se inicien en grandes masas de civilización como la China (es el planeta más poblado del mundo), y que guarden estrecha relación con animales tanto domésticos como salvajes. El salto entre especies y que intervenga otras especies de manera indirecta, es bastante común. Un peligro siempre latente que por desgracia tenemos que convivir.

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