El inicio de la conquista comienza oficialmente con el desembarco de los españoles el 24 de junio de 1478 en la costa a modo de puerto natural en el norte de la isla, en La Isleta, capitaneados por Juan Rejón, acompañado del deán (eclesiástico de labor misionera) Juan Bermúdez, marchan por la costa dirección Sur acampando en una primera instancia en una planicie fértil a orillas del Barranco Guinigüada, fortificando el asentamiento y fundando la primera ciudad llamada Real de Las Palmas. Los canarios en primera instancia no atacaron, debido a que se encontraban celebrando las llamadas fiestas del Beñesmer. Festividad que se celebraba con la llegada del Solsticio de Verano, coincidiendo con la recogida de la cosecha, en honor principalmente a la divinidad del Sol y del Cielo, Magec y Achamán. La festividad, propia de Tenerife y Gran Canaria, que aún se celebra actualmente tratando de recuperar tradiciones canarias ancestrales, se cree que fue extensible a las demás islas del archipiélago.
Juan Rejón de origen leonés y con amplia experiencia en numerosas batallas, había participado en numerosas campañas contra los sarracenos así como la guerra contra Portugal.
Durante finales de verano llega un serio incidente contra llegados conquistadores portugueses que se habían aliado en secreto con los canarios, y trataban de sorprender en una maniobra conjunta, atacar a los castellanos y tomar la Bahía de las Isletas. Los castellanos se enteran por espías canarios de la estratagema, y los ataca escondidos nada más desembarcar, acabando con ellos. Rejón toma represarías con los canarios rebeldes persiguiéndolos, y emprende castigos quemando sus cosechas, silos, y matando su ganado.
El modo de emprender la conquista no gusta al misionero e informa a la Corte quien envía a otro capitán, un sevillano llamado Pedro de Algaba a supervisar las fases de la conquista. Pronto ambos capitanes se enemistan a tal punto que relevó a Rejón y mandó llevarlo preso a Castilla, aunque logró salir airoso del apuro y retornar a Gran Canaria acompañado de un obispo llamado Juan de Frías que tenía la misión además de trasladar la sede episcopal desde San Marcial de Rubicón en Lanzarote, a la recién fundada ciudad de Real de Las Palmas (aunque el traslado final de la diócesis se concluye hacia 1485), de poner fin a la disputa entre ambos capitanes. Pero al comprobar que era una labor imposible, decide ordenar que fuera de nuevo llevado Rejón detenido a la Península. En tales momentos las guerrillas con los isleños se habían recrudecido y el nativo caudillo Doramas, se alzó victorioso en las batallas en el enclave de Moya y Las Tirajanas.
Real de Las Palmas.
Juan Rejón supo aprovechar el descrédito de Algaba en la Corte para convencerlos de una nueva oportunidad, cual consigue encomendándolo de nuevo a la labor de tomar el control de la isla poniéndolo al mando con tropas de refresco. Lo primero que hace al llegar a la isla es detener a Pedro Fernández de Algaba y al deán Juan Bermúdez, manda a matar al primero cuando salía de misa de la ermita de San Antonio, en Vegueta, siendo decapitado, y al religioso lo condena al destierro embarcándolo a la isla de La Gomera. Estos hechos ocasionaron un revuelo importante en la Corte, pero se impuso el pragmatismo y se decidió por sustituir al conquistador por Pedro de Vera cual llegó a la isla hacia 1481 como nuevo gobernador de la isla, y que fuera junto con Hernán Peraza quien terminaría la conquista en el año 1483. Un año antes, en 1482, se consigue capturar refugiado en una cueva de Gáldar al último rey Thenesor Semidan. Cual se convierte al cristianismo llevado a la península ante la misma presencia de los Reyes católicos, y bautizado por el nombre de Fernando Guanarteme, apellidado en referencia a su estatuto social, con su título de rey. Se alió a los conquistadores regresando con las tropas de Pedro de Vera a la isla para derrotar a la resistencia canaria liderada por Guayarmina, el faycan teldense Tasarte y el guanarteme Bentejuí. El fin de la lucha acaba tras reunirse según las crónicas el 29 de abril de 1483 en el enclave llamado Fortaleza de Ansite, entregándose la princesa Guayarmina y arrojándose al vacío, tanto Bentejuí como el faycan. Pedro de Vera fue un personaje con muchos claros oscuros, entre uno de sus actos viles trató de esclavizar a canarios cristianizados con el engaño de embarcarlos para ir a la conquista de la isla de Tenerife, pero en el último momento estos logran evitarlo, rebelándose.
Escultura del faycan de Telde, Tasarte. Obra creada por el artista Luis Arencibia Betancor también autor del Neptuno en el mismo municipio teldense de La playa de Melenara.
El adelantado Alonso Fernández de Lugo que había llegado a Gran Canaria en 1478 junto a Rejón y sus hombres, y que también participara en la Batalla del Guinigüada y en la fundación de la 1ª ciudad Real de Las Palmas, recibe el encargo de los Reyes Católicos de conquistar las dos islas pendientes: La Palma y Tenerife. Con la financiación necesaria en 1492 se dirige primero arriando en sus dominios de Gran Canaria, para hacerse con un ejército (entre ellos muchos naturales isleños), y embarcarse rumbo hacia La Palma.
Por ese entonces, tras 10 años de asedio, se había conquistado el último reducto musulmán hispánico cayendo Granada. Se inicia un periodo de expulsión de los judíos, la unificación lingüística, y además, Cristóbal Colón descubre el territorio americano.
Alonso Fernández de Lugo (1456-1525), caballero de origen andaluz, era familiar del capitán Algaba, rival de Rejón, por lo que lo había apoyado durante los enfrentamientos que tuvieron ambos capitanes, y que acabó con el primero preso. Pero tras el regreso de Rejón en 1480 con más tropas de refuerzo y ejecutar a Algaba y sus partidarios, Lugo acabó siendo desterrado a la isla de El Hierro.
Con la llegada al año siguiente de Pedro de Vera, nombrado capitán de Guerra y Gobernador de la isla, Rejón volvió a ser apresado, aunque vuelve a ser indultado condicionado a que emprendiera la conquista de la isla de La Palma y Tenerife. Rejón, buscando aprovisionamientos, trata primero de desembarcar en la Bahía de las Isletas en Gran Canaria, pero debido a una tormenta no puede arriar, y decide pues, tomar rumbo hacia la isla de La Gomera gobernada por Hernán Peraza ‘El Joven’, hijo de Diego Herrera, y con quien Rejón se había enemistado tiempo atrás a principios del año 1479 cuando había acudido a Lanzarote a pedir provisiones al Señor de la isla Diego García Herrera. Éste se las negó por conflictos que tenía con algunos de los acompañantes de Juan Rejón por litigios sobre la propiedad de las islas conquistadas y a conquistar. Al llegar a La Gomera, y enterado su hijo Peraza, ordena su detención a lo que Rejón se resiste, es entonces cuando acaba en el transcurso de la lucha, muerto atravesado por una lanza, la leyenda asevera que en presencia de su mujer Elvira de Sotomayor.
Mientras tanto, Lugo volvió a ser incorporado en la conquista de la isla de Gran Canaria, comandando exitosamente la toma del noroeste de la isla en 1481 ocupando la zona de Agaete, resistiendo los constantes asedios de los naturales del reino de Gáldar. Recibe la ayuda por mandamiento real, de Hernán Peraza que trae consigo tropas de refresco logrando la captura del rey isleño Tenesor Semidán, y que ello supuso el empujón definitivo de la contienda, obteniendo Fernández de Lugo en recompensa este territorio donde se había hecho fuerte. En el lugar construye ingenios de azúcar residiendo entre 1483-1491, llevando a cabo incursiones, las llamadas “razias”, en Tenerife con ataques sorpresa contra los guanches. El pillaje le supuso una buena fuente de ingresos extra.
Por sus éxitos de campaña los Reyes Católicos le conceden licencia para que capitaneara la conquista de la isla de La Palma, que se inicia en junio de 1492. Empresa que logra en apenas 8 meses, por lo que los Reyes nuevamente satisfechos con su hombre le encomiendan la tarea de emprender la conquista de Tenerife, última isla que se incorporaría al feudo castellano-aragonés.
La isla de La Palma estaba dividida por 12 cantones, y fue una isla que pese a su tamaño opuso gran resistencia a los invasores en el pasado, aunque si se hubieron establecido pequeñas comunas temporales de misioneros evangelizadores europeos llegados en paz, no se habían enfrentado a tropas tan bien pertrechada y con suficiente refuerzo de hombres como la de los castellanos. Desembarcando un 29 de septiembre -día de San Miguel Arcángel-, en la costa occidental de la isla en el enclave de Tazacorte, en su avance no tardan en iniciar un primer contacto con el Cantón de Tedote ubicado por Sta. Cruz de La Palma, pactando acuerdos de paz con los correspondientes tributos, y armonía recíproca. Alonso continúa ganando terreno por el Norte estableciendo los mismos acuerdos pacíficos con los restantes reinos, hasta que se topa con el Cantón de Aceró, gobernado por su rey Tanausú, establecido su dominio en la zona central de la isla, hacia el Parque Nacional de La Caldera de Taburiente, a los que se une otros conatos rebeldes de otros Cantones de la zona central oriental. Todo acaba tras una hábil emboscada con la captura de Tanausú con muchos de los suyos, siendo enviados a Castilla para su posterior venta como esclavos, aunque el caudillo finalmente decidió morir de hambre. La conquista se terminó el 3 de mayo de 1493 fundándose su capital en la zona oriental central costera recibiendo el nombre de Sta. Cruz de La Palma.
Una vez termina la conquista de San Miguel de La Palma, Alonso emprende la farragosa conquista de Tenerife (1494-96), de la que previamente hubo muchos intentos, desde los iniciales constatados en 1464 por Diego García de Herrera cual llegó a tener acuerdos con algunos reinos de la isla para permitir algunos asentamientos estables. Por entonces dominaban nueve reinos desembarcando el conquistador en la costa donde se halla la capital tinerfeña de Sta. Cruz, estableciendo allí a principios de mayo de 1494 su campamento base que denomina Real de Santa Cruz. Cuatro de los reinos asentados hacia el Sur de la isla pactaron con los castellanos (Güímar, Adeje, Abona y Anaga), denominados “Bando de Paz”; mientras que los restantes que se resistieron situados al Norte se los denomina “Bandos de Guerra”.
El líder de la resistencia guanche fue Bencomo del Valle de la Orotava, que los derrotó en una primera gran batalla a finales de mayo aprovechando la orografía en el barranco de Acentejo, llamada La Batalla de Acentejo, teniendo los españoles supervivientes que huir y embarcar hacia Gran Canaria, el propio Fernández de Lugo casi no consigue sobrevivir. Una vez allí tuvo volver a reunir capital suficiente vendiendo gran parte de su patrimonio, tardando unos 6 meses para volver a Tenerife y continuar la Conquista. Así a mediados de noviembre de 1494 con tropas de refresco los conquistadores apoyados también con muchos naturales de la isla de Gran Canaria a la orden de Fernando Guanarteme, emprenden la lucha derrotando a los naturales en La Batalla de La Laguna o Batalla de Aguere, quienes cometieron el error táctico de presentar batalla en campo abierto llano donde se impuso el contingente bien pertrechado de los conquistadores acabando muerto el propio Bencomo, mencey de Taoro, acabando su cabeza cortada y clavada en una pica hasta podrirse. La última gran ofensiva guanche se produce unas seis semanas después, cerca del municipio de La Matanza de Acentejo donde se sucedió la primera gran batalla, el enclave que se llamaría La Victoria de Acentejo, acabando muertos los principales líderes guanches. Contribuyó a la derrota la llegada de una fuerte epidemia pestilente que diezmó considerablemente la población aborigen afectados por la modorra. Enfermedad infecciosa que se caracteriza por malestar, fuertes vómitos, pústulas, y somnolencia profunda.
Estatua del líder mencey Bencomo situada junto a los otros menceyes en la Plaza de la Patrona de Canarias en el municipio de La Candelaria.
En 1496 la isla acabó conquistada e integrada a la corona castellana, y los reyes Católicos premian a Alonso Fernández de Lugo con el título de Adelantado de Canarias y Gobernador de La Palma y Tenerife. Traslada su residencia a San Cristóbal de La Laguna, lugar que es también una de las sedes del Obispado de Canarias. A pesar de que estaba prohibida la esclavización de nativos por orden del papa Eugenio IV desde el año 1434, se procedió a la venta, esclavizando a un buen número de ellos. En 1476 el papa Sixto IV acabó redactando una bula en la que amenazaba con la excomulgación de todos los capitanes o piratas que continuaran esclavizando a los aborígenes cristianos a su paso por el archipiélago canario, y no restauraran la libertad a los cautivos acogidos a la fe cristiana y no respetaran sus bienes. Decir que muchos guanches al igual que pasó con los canarios, optaron por el suicidio en masa antes de ser atrapados. En la iglesia de San Miguel de Almazán, en la provincia de Soria, fueron llevados los últimos menceyes tras rendir pleitesía a los reyes Fernando e Isabel, para ser bautizados al cristianismo. El mencey de Icod de los Vinos consta que fue regalado por los Reyes Católicos al embajador de La República de Venecia.
En 1511 se redacta decretos reales que obligaran a liberar a todos los indígenas cautivos.
El 20 de mayo de 1525 fallece en su residencia el capitán Fernández de Lugo, y se halla enterrado en la catedral de La Laguna. Hubo una estatua del conquistador inaugurada en 1966 en la Plaza de la Esperanza situada en el municipio tinerfeño de El Rosario con ocasión de la visita del ministro del régimen franquista Manuel Fraga Iribarne, pero fue decapitada el 23 de mayo de 1977 por el movimiento independentista MPAIAC que dirigía Antonio Cubillo. La estatua no se ha vuelto a reponer.
El personaje es ciertamente controvertido pero no hay que olvidar que corresponde al contexto histórico de entonces. El historiador académico tinerfeño Antonio Rumeu de Armas (n. 1912- m. 2006), lo define de la siguiente manera:
“Alonso de Lugo no es mejor ni peor que otros conquistadores de la tierra. Tiene virtudes de unos y defectos de otros y viceversa. Su retrato podría ser éste: Valiente hasta rayar en la temeridad; es decir, más esforzado que buen capitán, mejor soldado que estratega —ello explica algunos de sus fracasos—; ambicioso, y como tal, andariego e inquieto; rebelde unas veces, sumiso y obediente otras, según las circunstancias. En fin, hábil, mañoso, interesado, con pocos escrúpulos, arbitrario, despótico, gran protector de su linaje, y en extremo devoto de los santos. Es el modelo de los conquistadores de todas las épocas, con todas las virtudes y vicios inherentes al cargo…”.
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