viernes, 5 de junio de 2020

La leyenda del Garajonay (Isla de La Gomera)

Es popular y parte del romancero tradicional de La Gomera, la leyenda aborigen sobre la pareja shakesperiana de Gara, princesa del municipio gomero de Agulo y Jonay (Ajonay), un príncipe de Tenerife. De hecho la cumbre más alta de la Gomera, el Pico del Garajonay con sus 1.487 msnm rodeado del Parque Nacional de Garajonay, lleva sus nombres: Gara (La princesa del Agua), y Jonay (Príncipe del Fuego). Aunque existe disparidad de criterios, y se cree que en realidad la palabra deriva del bereber que significa “Roque alto”.


Del Parque destaca El Monumento Natural de Los Roques y que separa la cabecera de los barrancos de La Laja y Benchijigua. El espacio natural lo compone principalmente tres grandes montañas: Roque Ojilla, Roque La Zarzita, y la principal y más bella mole el Roque de Agando, que es el más elevado con 1.075 m.

La versión más antigua sobre la romántica pareja la publica hacia 1924, el tinerfeño cronista D. Francisco Pedro Montes de Oca y García (n.1877-m.1964), donde narra que Gara era una noble viuda del rey gomero llamado Undupe, que es pretendida por el príncipe del cantón de Hipalán, Jonay. Éste era hijo de Alhogal, cuñado de Gara, quien lo había tenido con una esclava, por lo que por su condición de bastardo, era una deshonra para la princesa. Resuelto a casarse con Gara, Jonay se presenta en su corte disfrazado de guerrero, y cuando se quedan a solas, se descubre. Trata de convencer a la princesa de unirse en matrimonio, pero Gara lo rechaza, y Jonay la amenaza con que su padre declararía la guerra si no accede, a lo cual Gara responde que nunca mezclaría su sangre con la suya, de procedencia innoble, fruto de la relación con una esclava. Jonay la golpea enfurecido, por lo que apareciendo la guardia es apresado y condenado a perder la mano. Más tarde se descubre la verdadera identidad de Jonay, y caen ambos en la vergüenza. Gara insiste a Jonay que lo acompañe a la cumbre, y una vez allí ambos deciden quitarse la vida el uno al otro, con unos punzones de madera. 

División territorial de los cantones de La Gomera.

Representación de Gara y Jonay en El Parque nacional del Garajonay. El Parque, cubierto por un bosque de laurisilva de árboles milenarios, vegetación que dominó prehistóricamente los trópicos de esta región de la Macronesia, fue declarado Patrimonio de la Humanidad otorgado por la UNESCO en 1986.

La versión más extendida en cambio, son partícipes los isleños tanto de la isla de La Gomera como de Tenerife, que actúan de invitados. La leyenda, y que particularmente más me gusta, dice así: 

Se preparaba la isla de La Gomera para las sagradas fiestas del Beñesmén, y como marcaba la tradición, a las fiestas de recolección se sumaban algunos menceyes y nobles del sur-suroeste llegados de Tenerife. Era una costumbre arraigada, que las muchachas gomeras acudieran en esos días previos, a Los Chorros de Espina, lugar en donde manaban 7 chorros que tenían el don de adivinar el porvenir. Nadie sabía, ni los más viejos del lugar, de donde procedían en origen, y se tenía la superstición que beber de ellos otorgaba 7 virtudes, y que cuando llegaba aquella época de recolección era el momento mágico máximo de poder de los chorros. Las mujeres almacenaban el agua proveniente de los 7 chorros en una especie de palangana, a modo de pequeño estanque, y al alba, antes de amanecer, y normalmente con la intervención de un chamán que ayudara en la interpretación divina, las chicas se miraban en ella: Si la imagen reflejada era calma y clara era buen auspicio de que se iba a tener un buen año, y en el caso de las solteras, de que iban a encontrar la pareja deseada. Pero al contrario, si la imagen devuelta era borrosa, turbia, acompañada de sombras, era señal inequívoca de que iba a llegar la desgracia, o desdicha. 


La hermosa princesa Gara, perteneciente a la zona de Agulo, del Cantón Mulagua, participó en el ritual. Al mirarse su rostro aparece en principio sereno y claro, pero al instante se oscurece cegándose por la brillante luz del sol, creando el efecto de ennegrecer el agua. Un viejo chamán a su lado tras la sorpresa le aconseja que si quería salvarse, debía huir del fuego, que si no lo hacía así, acabaría por consumirla. El mal augurio del estanque de agua no pasó desapercibido por nadie, y pronto corrieron los rumores. 
Llegaron a la playa los esperados visitantes guanches, y durante las celebraciones el hijo del Mencey de Adeje, Jonay, destacó por su destreza y fuerza física en los juegos, ganando con facilidad a sus rivales. Gara fue una más de las tantas admiradoras, e inevitablemente la mirada de ambos acabaron por cruzarse y el mundo se detuvo a su alrededor. No tardaron en juntarse, y abrirse paso el amor. Se presentaron mutuamente a sus padres y se decidió públicamente festejar la alianza. Pero cuando los enamorados se comprometían, súbitamente el volcán, Echeyde (El Teide), despierta de su largo intemporal letargo, tiñendo de rojo y negro el cielo, escupiendo fuego, humo, rocas incandescentes, y lava por su cráter. Tan potente fue la erupción que se divisiva claramente sintiéndose sus efectos en la Gomera. 
Todos recordaron aquel temible pronóstico hacia la princesa Gara. “Agua y fuego no se deben juntar”. Gara era símbolo del agua, ya que el lugar de su procedencia era rico en el preciado líquido. Sin embargo, Jonay procedía de la tierra del Fuego. Agua y fuego era imposible que convivieran sin destruirse, y se atribuyó la atronadora erupción de Echeyde, como un mensaje de advertencia. Sus padres prohibieron su boda, y a los pocos días junto al término de las fiestas, el volcán calló y se aplacó. Los guanches partieron a su tierra.

Jonay cayó en la depresión del amor, echaba mucho de menos a su querida, sin poder quitársela de la cabeza, y pese a las prohibiciones y el maleficio, decidió que tenía que ir a su encuentro. Aprovechando la noche parte, y logra cubrir la distancia que separa el buen trecho entre Tenerife y La Gomera. Alcanzó la playa extenuado a la luz del amanecer, y con sigilo logra llegar sin ser visto hasta el poblado donde vivía la princesa, aguardando con paciencia, hasta encontrarse a solas con ella. Ambos se funden en un abrazo y emprenden la huida escapando hacia la zona próxima a la alta cumbre, refugiándose en los frondosos bosques de laurisilva de El Cedro. Allí aguantaron varios días disfrutando del amor, en armonía. Más pronto fueron descubiertos y perseguidos por orden del padre de la princesa. Sus perseguidores flanquearon todos los caminos cercándolos, por lo que no tuvieron otra opción que subir hacia la cumbre, hasta que fueron localizados sin posibilidad de escapar. Ambos estaban tan enamorados que no querían volver a separarse, sabiendo que una vez atrapados nunca más podrían estar juntos, por lo que prefieren morir unidos, y así lo hacen con ayuda de una recia vara de cedro a la que Jonay afila ambas puntas. Luego, tras colocársela entre su pecho y el de Gara a la altura de sus corazones, confiados el uno del otro, con determinación, se traspasan por el empuje de un apasionado violento abrazo, muertos en un instante, transformados los dos en uno. 


Existen muchas leyendas que cambian algunos aspectos de la leyenda, sin ser una más creíble que la otra. Incluso no hay consenso entre si el origen de la leyenda fue durante el periodo hispánico, o pre-hispánico. Esta última versión es aún menos creíble, ya que no se cree probable que hubiera encuentros regulares entre los isleños aborígenes, puesto que por los datos que se tienen, si conocían el arte de navegar, era muy primitivo y limitado.

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