lunes, 8 de junio de 2020

Los benahoritas y las mujeres guerreras de San Miguel de La Palma.

Los 12 Cantones en que se dividía la isla Benahore a la llegada del conquistador el capitán Alonso Fernández de Lugo (n.1456-m.1525), el 29 de septiembre de 1492, y que al caer su desembarco en playas de Tazacorte en la fecha de celebración del arcángel San Miguel, bautiza a la isla con el nombre de San Miguel de La Palma. La conquista acaba el 3 de mayo de 1493 cuando captura a su belicoso líder Tanausú del bando Aceró. En el lado derecho se hallan los nombres de los municipios en la actualidad.



Los aborígenes palmeros conocidos por Benahoritas, auaritas, o awaritas las crónicas antiguas se los describe en líneas generales como de estatura media, más blancos, gruesos y fieros que los de las otras islas, en donde incluso sus mujeres presentaban batalla. Se creen que se hallan entroncados tanto genéticamente como culturalmente con los bereberes del Norte africano. Pero este etnónimo no está claro, sino que ha sido sugerido por diversos autores como el naturalista francés Sabin Berthelot, cual los nombra así dentro de su obra publicada en 1842 Ethnografia y anales de la conquista de las Islas Canarias; aunque a su vez se cree fue influenciado por escritores como del andaluz Fray Abréu Galindo, que acabó hacia 1630 la obra Historia de las Islas Canarias (aunque la obra se cree que su autor original fue el militar Gonzalo Molina, pero que no pudo acabarla por fallecer unos años antes), así como la obra del ingeniero Leonardo Torriani, de su obra publicada en 1588, Descripción de las Islas Canarias, que había llegado a La Palma enviado en 1584 por el monarca Felipe II como ingeniero real para hacer un muelle y fortificar la isla, y luego mejorar el resto de fortificaciones del Archipiélago canario.


J. Abreú Galindo hace referencia -mezcla entre leyenda y realidad-, a dos de estas bravas guerreras semejantes a las vikingas, la hermana de los caudillos del cantón de Tigalate: Juguiro y Garehagua, llamada Arecida; así como la nativa Guayafanta, alta y de cuerpo atlético, de la que cuenta pudo haber sido reina del cantón (o de un subcantón) de Aridane. Ambas se defendieron con gran pericia y arrojo de los embistes de muchos cristianos. Guayafanta cayó abatida por certeras lanzas arrojadas a sus piernas que consiguieron doblegarla y de esta manera brutal, capturarla. Las dos mujeres compartieron en común su rebeldía a pesar de quedar presas, y fue tal su resistencia que sus captores determinan matarlas.
En Puntalla, en una necrópolis en el Barranco del Espigón, se descubrió junto a otros doce, el cuerpo momificado de una mujer envuelta en piel de cabra, práctica que solo la llevaba a cabo los nativos entre sus personajes más destacados.


El cronista portugués Gomes Eanes de Zurara relata que hacia 1453-6, entre la captura de mujeres benahoaritas había una mujer sobresaliente que era reina de un subcantón de Puntagorda, y que de ella nace el origen de la leyenda que da nombre al topónimo de Cruz de la Reina, en donde se cuenta que prefirió antes de caer prisionera de los conquistadores, despeñarse por el acantilado.

También existen las crónicas sobre una mujer peculiar de fuerte carácter y dotes de mando, de la que se dice había sido caudilla del territorio de Gazmira (El Paso), perteneciente al Cantón de Aridane. Se menciona como es trasladada a Gran Canaria y es bautizada con el nombre de Francisca de Gazmira, enviándola de regreso a La Palma en 1492 como traductora y mediadora entre los cantones, con la misión de ayudar a la evangelización de los suyos, pero allí se convierte en un verdadero quebradero de cabeza para el capitán Alonso Fernández de Lugo interponiéndose ante la masiva venta de esclavos nativos, y denunciándolo ante los Reyes Católicos que fallaron a su favor a finales de 1494, teniendo que liberar a unos 3000 canarios que había vendidos y movilizados por Andalucía de forma ilegal, teniendo que volver a retornarlos. 


Las mujeres nativas jugaron un papel primordial en el mundo cultural benahoare, sobre todo en la gran importancia que le otorgaban al ámbito mágico-religioso.
El nombre que daban a la isla sus nativos según las crónicas, es Benahoare, que puede traducirse por “Mi tierra”. Se especula que a la llegada de los castellanos la población palmera rondaba entre los 2000-5000 habitantes, y se habla de que su sociedad practicaba a modo de control de natalidad, el infanticidio (normalmente a manos de sus propios padres), que se aplicaba con mayor rigor en épocas de hambrunas. El modo de vida aborigen era en mayor medida pastoril y ganadera, seguida de la pesca y el marisqueo, la recolección de frutos silvestres, y la caza, y en menor medida, se abastecían de una precaria agricultura. Sus ropajes eran generalmente de piel de cabra con calzados de cuero de piel caprina o de cerdo, usaban opcionalmente más para el frío, una especie de capa de pelaje de oveja o de cabra, llamada tamarco. 
Durante la llamada Conquista Betancuria en 1403, Gadifer de La Salle desembarca en Tazacorte recogiendo agua y provisiones en la zona del barranco de las Angustias, pero es rechazado en su intento de invasión. En 1405 el normando Jean IV de Béthencourt trata de conquistar la isla, pero tras duros enfrentamientos durante casi dos meses con centenares de bajas, su empresa resulta infructuosa. 
Escudo de Lugo y el arcángel patrón de la isla San Miguel de La Palma.

En 1415 además de los castellanos llegan los portugueses con ansias de dominio sobre Canarias, donde se suceden continuas refriegas y arriban en ésta y otras islas, haciendo razias, para cargar sus bodegas de esclavos. Entre 1442-7 los portugueses se ayudan de nativos gomeros para combatir a los benahoritas, que continúan duros resistiendo los implacables ataques. En 1447 Fernán Peraza ‘el Viejo’ se convierte en dueño de Canarias, y su hijo Guillen emprende un ataque a la isla desembarcando en un lugar de costa perteneciente al cantón de Tihuya, al oeste de la isla, pero en su avance al interior son atacados por sorpresa por su rey Chedey, y durante la trifurca Guillén muere de una potente pedrada en la cabeza. Entre 1491-2 hay constancias de ataques partiendo las tropas castellanas desde Gran Canaria, pero sin éxito.

1 comentario:

Unknown dijo...

Chachooo está que te cagas la historia