El Barranco de los Encantados, o de los Enamorados (Cañada de Melián)

Dentro del municipio majorero de La Oliva se halla el poco conocido para la gente foránea, del Barranco de los Encantados a posteriori denominado también Barranco de los Enamorados. Lugar de naturaleza mágica propicio para la actividad del senderismo, declarado en el 2008 Bien de Interés Cultural con categoría de zona Paleontológica porque conserva un paraje dunar de arena solidificada único en Canarias y cuya relevancia a nivel científico es mayor porque en las dunas fosilificadas se ha descubierto una especie nueva de gasterópodo terrestre perteneciente al género Cochlicella. 

El barranco, de unos 4 km de longitud, se halla situado cerca de la playa de Esquinzo, aproximadamente al oeste del pueblo de Lajares, entre el Cotillo (al Norte), y Tindaya (al Sur). Sus arenas fosilificadas se formaron cuando grandes bancos de arena sumergidos en el lecho marino emergieron hace miles de años por la intensa actividad volcánica, e hiso ganar a la isla una superficie de 112 km 2 aproximando el norte de Fuerteventura con Lanzarote, a la vez que se forma la Isla de Lobos y la alineación de los volcanes de Bayuyo. La erosión del abrumador paso del tiempo -viento, sol, y agua-, fueron esculpiendo y petrificando las dunas con caprichosas formas moldeando sus paredes, algunas con alturas considerables de más de 20 m, conteniendo restos fósiles tanto de origen animal como vegetal. La ruta habitual por el barranco es circular poco más de 6 km ida y vuelta, tardándose en completarse unas 2 horas y media. 

Los aborígenes se referían a este sitio como zona de Bayuyo, un lugar encantado, porque durante los solsticios de verano se formaban pequeñas y salteados bancos de niebla que los mahos atribuían que eran presencias de los espíritus, de las almas de sus antepasados que llegaban desde el mar en forma de nubecillas. En esos días era tradición hacer rituales con ofrendas y la celebración de fiestas. Mas tarde, bien entrado el siglo XX, al lugar se conoce también con el sobrenombre de Los Enamorados porque muchas parejas de los pueblos adyacentes venían a este paraje solitario en busca de privacidad.