viernes, 27 de febrero de 2009

Mary Kingsley (1862-1900)



Durante el siglo XIX en la Inglaterra victoriana, el lugar donde debía estar una mujer respetable era su casa. Mary Kingsley rompió con esa tradición. Abandonó con determinación las comodidades que dispensan la civilización, para explorar el África Occidental. Su extenso trabajo se ganó el elogio y reconocimiento de una sociedad plenamente machista.
Tenía pocos estudios pero desde la niñez disfrutaba leyendo en la extensa biblioteca de su padre. Este era doctor en medicina, naturalista y escritor de viajes. También era sobrina del novelista Charles Kingsley.
Su madre era inválida y murió al poco de morir su padre en 1892. Con una buena herencia pudo permitirse hacer esos viajes de ensueño que tanto había leído y escuchado de su padre. Además tuvo oportunidad de conocer el trabajo de Charles Darwin y T. H. Huxley. Así que decidió visitar África y de paso documentarse para acabar el libro que había dejado a medias su padre sobre la cultura africana.



Viajó a Las islas Canarias cual fuera su punto de partida para emprender aventuras mayores. La costa occidental de África, inmortalizada en la novela de Joseph Conrad: El corazón de las Tinieblas. El Congo por aquel entonces era un lugar temido llamado La tumba del hombre blanco, debido sin duda por la gran variedad de enfermedades letales que albergaba.
Hacia agosto de 1893 parte desde el carguero Lagos desde Liverpool en un angosto viaje en donde forjó buena amistad (parece que además hubo un amorío entre ambos), con el capitán instruyéndola en el arte de gobernar una nave.
Llegó a Luanda (Angola) y se internó en sus selvas viviendo con los nativos, cuales les enseñaron las habilidades necesarias de supervivencia en la selva, adentrándose muchas veces sola en regiones muy peligrosas. En esta época recorrió la zona del Golfo de Guinea así como las selvas de Sierra Leona y Guinea Ecuatorial.

Realizó sus viajes por África vestida con la misma ropa a modo de uniforme, que llevaba en la Inglaterra victoriana, portando como una prolongación de un brazo su sombrilla. 
Estudió las tribus caníbales viajando por el río Ogowé (Ogooué), al sur del actual Gabón, teniendo repentinos encuentros con gorilas, y recogiendo sobre todo especímenes fluviales desconocidos hasta el momento; así como gran variedad de insectos, reptiles, y plantas, para el Museo Británico. Después de reconocer a la etnia Fang, escaló los 4.040 m. del Monte Cameron (Camerún), adentrándose en una zona desconocida hasta entonces para cualquier europeo. Tuvo que retirarse por las peligrosas condiciones meteorológicas.
Las noticias de sus aventuras llegaron a Inglaterra, y en 1895 realiza una verdadera expedición por el Congo Francés, por una zona no cartografiada y totalmente inexplorada, enfrentándose sombrilla en mano, contra los cocodrilos de los pantanos. A su regreso en octubre, los periodistas en multitud la esperaban para entrevistarla. Era famosa y durante tres años recorrió el país ofreciendo conferencias sobre la dura vida en África. Mary Kingsley se enfrentó a la Iglesia cuando criticó a los misioneros por pretender cambiar la cultura de la gente de África, y habló sosegadamente sobre aspectos polémicos de la vida africana como por ejemplo la poligamia. Entre sus famosos argumentos esgrimió el que: Un hombre negro no es menos desarrollado que un blanco, como un conejo no es una liebre subdesarrollada. Defendiendo que los nativos no eran inferiores, sino de mentalidad diferente a la del hombre blanco. Aunque por lo demás era más bien de ideas conservadoras, puesto que sin embargo no era partidaria del derecho de votar de las mujeres...
 Extensión del Imperio Británico por esta época.



Escribió dos libros bestseller sobre sus experiencias: Viajes por el África Occidental (1897), y Estudios de África Occidental (1899). En la guerra Anglo-Boer entre Gran Bretaña y sudafricanos colonos de origen neerlandés por la independencia y el oro, se ofreció voluntaria como enfermera. Murió de fiebres tifoideas a los 37 años en la localidad de Simon's Town en la República Sudafricana, mientras estaba al cuidado de prisioneros bóers (afrikaaners), y de acuerdo con sus deseos expresos sus restos fueron arrojados al mar.
Sus aventuras inspiraron la película La reina de África (1951) interpretada por las estrellas Katherine Hepburn y Humphry Bogart. También cómo no, su vestuario guarda semejanza con el film de la célebre Mary Poppins (1964) de la productora Walt Disney...



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